domingo, 8 de septiembre de 2013

La importancia de la visión - Rodrigo Benavides



Encontrar una cámara siendo un adolescente fue el inicio de un largo recorrido que ha llevado a Rodrigo Benavides por ciudades como Londres, París y Barcelona. Paisajes, calvos y hasta un coco forman parte de su portafolio, y desde hace tres años comparte toda la experiencia acumulada durante más un cuarto de sigo con los alumnos de su escuela, el Núcleo Fotosensible.

El gran hallazgo de su vida ocurrió a los 17 años: la cámara que había pertenecido a su hermano y reposaba en el clóset de su papá —el pintor Pablo Benavides—. La revisó, la examinó y le gustó todo lo que podía hacer con ella; por eso no tardó en inscribirse en la academia Punto Focal —donde daban clases Jorge y Carlos Cruz-Diez, hijos del maestro Carlos Cruz-Diez— para estudiar fotografía. “Ese fue el inicio formal, en ese taller hice fotos que todavía me gustan”.

En el año 79 se va a Inglaterra. El plan era estudiar arquitectura, pero termina en el Photographic Training Centre, una escuela de fotografía dirigida por Roy Flamm, quien ejerció una influencia determinante en su carrera. “Una de las misiones más grandes de un profesor, independientemente de lo buen fotógrafo que sea, es entusiasmar a los alumnos, y él lo logró”, recuerda. Sigue su formación en la Escuela Superior de Artes Aplicadas de París y luego se marcha a Barcelona, España, donde se involucra con diversas manifestaciones artísticas, como el montaje de obras de teatro y escenografías, y da clases de Cibachrome —técnica fotográfica—.

Al revisar aquel período, Benavides concluye que, más allá de la formación académica, el hecho de haber asistido a todas las exposiciones que pudo fue clave. Tiene la convicción de que el enriquecerse conociendo el trabajo de grandes artistas e investigando, es esencial para desarrollar la visión. “Puedes llegar a un lugar deslumbrante y hacer una foto insignificante o llegar a un lugar aparentemente insignificante y hacer una foto deslumbrante. Ésa es la visión del fotógrafo, y ella depende de su formación, de sus inquietudes. Cuando uno aprovecha ese recurso puede tener mayor impacto visual».

La inquietud basada en hallar la visión fue lo que le motivó a abrir su propia escuela, el Núcleo Fotosensible, donde mantiene una oferta variada de talleres intensivos. Antes, había dictado el curso de Color en Roberto Mata Taller de Fotografía, ya que una de las características de su trabajo es que usa tanto las tonalidades, como el blanco y negro. “El color ha sido algo incómodo para los fotógrafos, especialmente en Venezuela, que es un país de dramas sociales y, digamos, el blanco y negro se presta para plasmar denuncias. Pero no debe ser un capricho, hay temas que se prestan para hacerse en color y otros no”, dice.

En su portafolio hay trabajos diversos: comenzó haciendo fotos de paisajes y viajes, luego, trabajos de calle, como sus series El Calvario —sobre calvos— o La modorra —gente dormida en parques—, ambas desarrolladas durante su estadía en Europa. En 2005 ganó el Certamen Mayor de las Artes y las Letras gracias a El coco de Salazar, el espía, fotografía en la que la yuxtaposición de los elementos, un coco y una avioneta, le hizo recordar un chiste margariteño.

El trabajo comercial de Benavides comenzó en las revistas Pandora, de El Nacional, y en la de Viasa, también ha hecho fotografía corporativa para Polar y reproducciones de obras de arte, labor que le ha resultado especialmente valiosa por haberle permitido conocer y descubrir obras de artistas muy importantes. Ahora se desempeña como fotógrafo y asesor de Miranda y su tiempo, un proyecto con el cual se inaugurará la nueva sede de la Galería de Arte Nacional.

El año que viene presentará una exposición sobre el llano venezolano, proyecto que desarrolló durante una década. La idea de armar una serie sobre Caracas y otra con imágenes que tomó en Europa, lo inquieta, “el problema no es tener muchas fotos, sino buenas fotos. El autor necesita depurar y decantar un cuerpo de trabajo para que éste tenga fuerza y eso lleva tiempo, pero no estoy apurado en lo más mínimo porque el valor de ésas imágenes es el mismo que cuando las tomé, son atemporales”.

Mílitza Zúpan - Octubre de 2006

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