Es una ciudad en constante demolición
que conspira contra cualquier memoria.
José Ignacio Cabrujas
José Ignacio Cabrujas
Siempre en constante cambio, voraz, frenética, así va, así vive, así se vive Caracas. Me gusta caminar, y mucho. Puedo decir que cuando camino me encuentro solo con mis ideas, lentamente me voy quedando vacío, tan limpio que las imágenes aparecen por sí solas. La ciudad se muestra como es, ruda, sin escrúpulos, cada vez durmiendo más temprano. Cada día hay que correr más rápido para llegar a casa, las calles están más vacías. Los locales tienen toque de queda a las 11:30 de la noche, con suerte, una hora más. Se terminó, no más fiestas en las calles, la moda ahora es tomar donde los amigos y amanecer en casa ajena, puede tocarte el número y terminas en la morgue, en lista de espera.
La gente cada vez sale menos, vive menos, respira menos, la calle se vuelve un desierto sin arena. Son las dos de la tarde, te descubres solo, a la espera de que vengan dos en una moto y te quedes sin celular. Si estás limpio, un tiro en donde más te joda la vida, pero que no te mate. Si el afectado carga un arma, no hay negociación, primero aparece la bala y después el cuerpo cae al suelo, sobre las hojas y, poco a poco, se le va escapando la vida. Los testigos hablarán solo si tienen un arrebato de valentía, si no, se quedan en sus casas a esperar a la programación de mañana.
Robo, secuestro, cola en el supermercado. Aparece el candidato hablando, está trabajando, ese muchacho sí trabaja, aunque no lo veamos. Seguramente trabaja porque tiene escolta; ahora la vida es más, con protección. El Presidente está en lo mismo: cadenas, guerras contra el imperio galáctico, seguro se le aparece Darth Vader a decirle que es su padre. Ahí sabríamos que definitivamente no es venezolano. Pero, ¿qué importa? Vendrá otro show y todos voltearemos al otro lado y diremos: "la vaina está jodida, la inflación nos está consumiendo, pero mañana es puente y me voy a la playa".
Qué efímera es nuestra memoria. Qué rápido olvidamos a los que murieron tratando de hacer algo, los cauchos quemados, el olor a lacrimógena. Es más sencillo vender todo aquí y tratar de irse del país para ser un inmigrante. Que vengan y te vean feo. Aprender otro idioma, nuevas costumbres. Tratar de comerse al mundo con la llamada "viveza del venezolano", que no es sino otra forma de ser corrupto. Ahí comienzas de nuevo el ciclo: Un chanchullo por aquí y otro allá, poco a poco, vas corrompiendo el nuevo sistema, te vuelves un cáncer que va matando lento, otra vez.
En el radio suena "Yo no me voy de aquí hasta que revienta". No estallará cuando tumben al gobierno, ni tampoco cuando se aparezcan los gringos y sus millones de armas para colonizar. Se rajará cuando todos nos cansemos del absurdo en que vivimos. La caldera explotará cuando ya tengamos un muerto por minuto. Será justo en ese momento, cuando nos daremos cuenta de que la ciudad está formada por individuos que llenan sus calles. No es solo quedarse en casa, esperar al otro y la solución.
Omar Salas
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Trabajo realizado durante Fotografía escrita, taller dictado por Mílitza Zúpan en RMTF
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