jueves, 30 de julio de 2015

"Ermelinda", por Mariana Mendoza


Han pasado dos años y cuatro meses desde la desaparición física de Hugo Chávez y ella aún llora su partida. “Qué dolor sentí cuando anunciaron la muerte de mi presidente Chávez. Tan lleno de vida. Tan bueno. Su inesperada partida todavía me duele en lo más profundo de mis sentimientos”, afirma Ermelinda Silva, una maestra jubilada de 78 años de edad.

Ermelinda nació en Aguasay, un pequeño y pintoresco pueblo en el estado Monagas. Es la penúltima de siete hijas. A pesar de las carencias de su familia, dice haber tenido una infancia feliz. Se casó joven y tuvo cuatro hijas. Todas niñas. Su esposo falleció cuando su hija menor aún no caminaba. Desde entonces llevó el peso del hogar con mucho sacrificio. 

Lograr un balance entre el trabajo y los compromisos familiares fue siempre una tarea difícil. Sin embargo, crió cuatro hijas profesionales. Todas se han ido del país. Como la mayoría de las madres venezolanas cuyos hijos han emigrado, Ermelinda mira la esperanza desde la soledad. Esta sola y enferma.

“La mayoría de las personas no entienden el dolor crónico”, dice con el rostro quejumbroso. “Es un dolor persistente, permanente, que yo misma no entiendo. Afecta todos los aspectos de mi vida”. Desde hace cuatro años padece una enfermedad en la columna vertebral. Cirugías, estudios médicos, tratamientos, pero sobre todo mucha frustración. No hay cura.

Ermelinda siente pasión cuando habla de la Revolución Bolivariana. No se considera una chavista “oportunista”. Pertenece al grupo de los chavistas ideológicos, esos que se autodenominan socialistas. Reconoce que la situación del país es incierta. Esta inconforme, pero pacientemente espera un mejor futuro.

Mariana Mendoza

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Ejercicio realizado durante el taller Fotografía Escrita II, dictado por Mílitza Zúpan en RMTF

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