"Uso una Canon 60D y un lente 24-70 2.8, 70-200 2.8 -antes de que me lo robaran-. No sé nada que otros no sepan, sólo sigo los consejos de los fotógrafos más experimentados; es la primera vez que cubro este tipo de hechos, así que presto mucho atención a lo que me dicen. Siempre me siento cuidada y acompañada. Mantenernos juntos es la norma.
Cuando llego a la zona de la protesta, generalmente, lo hago del lado donde están los manifestantes; lo hago así pensando más en las fotos que pueden darme que en otra cosa. Paso rato observando qué están haciendo, cómo se organizan. Cuando empiezan los enfrentamientos, trato de pasar un rato de un lado y un rato del otro. La policía y la guardia tienen maneras diferentes de afrontar a los manifestantes. Siento que la polícía es más accesible, un poco más tolerantes a que estemos cerca de ellos, sin embargo, de los cuerpos de seguridad hemos recibido quejas, exigencias y cierto tipo de agresiones. Igual de parte de los manifestantes, así que estamos en el medio, en todos los sentidos.
Una vez estuvieron a punto de detenerme, pero seguí con mi camino, como si no pasara nada, y pude librarme de eso. Quizás fue más porque los guardias nacionales estaban muy ocupados deteniendo a manifestantes, que por mi astucia. Esa noche se llevaron a Francesca (Commissari).
El miedo me lo quita la adrenalina, el rush del momento, de lograr la foto. Cuando lo pienso fríamente, claro que me da miedo salir herida o que me detengan, pero es más por pensar en que, si eso pasa, voy a tener que interrumpir mi trabajo por unos días, al menos, o porque mis compañeros van a tener que detenerse a auxiliarme, que por la herida física. Cuando estoy en el lugar se me olvida, no pienso en el miedo, capaz porque no lo siento o no lo hago consiente. Pasan tantas cosas a mi alrededor, hay tanto de lo que estar pendiente, tanto qué fotografiar, que no me queda espacio para el miedo. Tampoco creo que eso esté bien; el miedo, a veces, te salva.
Hay mucha rabia y poco -o nada- de respeto. Cada vez veo a los manifestantes más altivos con respecto a los cuerpos de seguridad. Temen que los detengan, pero no les tienen respeto, se acercan a pocos metros a lanzarles piedras, molotov... eso no lo veía cuando empezaron las protestas. No se cansan, parecen tener energía eterna, mientras que a los policías y guardias los veo obstinados e impacientes y, muchas veces, dubitativos de cómo actuar. Los manifestantes les lanzan cosas, los insultan y la rabia a ellos -policías y guardias- también se les ve en los ojos.
Varias veces los manifestantes se han sentido amenazados y me han pedido que no haga fotos, a gritos, generalmente. Yo no discuto, quiero seguir trabajando, así que bajo la cámara; algunas veces eso les ha dado confianza y luego me piden disculpas, otras, me han sacado del lugar. Con los cuerpos de seguridad pasa lo mismo: si sienten que les estás haciendo muchas fotos, se ponen nerviosos. Hace unos días un policía disparo una bomba lacrimógena directo a donde estábamos un grupo de fotógrafos. La bomba explotó sobre la zapata de mi cámara y la rompió. Entendimos que no nos querían ahí.
Mi fuente venía siendo la deportiva y, cuando empezó todo esto, sentí mucha curiosidad y pedí que me dejaran cubrir las protestas. A partir de allí, ha sido muy adictivo, no me quiero perder nada de lo que pasa en la calle. Con eso vino el hecho de que tengo una situación privilegiada con respecto al resto de la gente: estoy en el lugar de los hechos y mis fotos pueden hacer que los que no están ahí sepan lo que está pasando, lo vean, y vean lo que yo quiero decir con mi discurso fotográfico.
El miedo me lo quita la adrenalina, el rush del momento, de lograr la foto. Cuando lo pienso fríamente, claro que me da miedo salir herida o que me detengan, pero es más por pensar en que, si eso pasa, voy a tener que interrumpir mi trabajo por unos días, al menos, o porque mis compañeros van a tener que detenerse a auxiliarme, que por la herida física. Cuando estoy en el lugar se me olvida, no pienso en el miedo, capaz porque no lo siento o no lo hago consiente. Pasan tantas cosas a mi alrededor, hay tanto de lo que estar pendiente, tanto qué fotografiar, que no me queda espacio para el miedo. Tampoco creo que eso esté bien; el miedo, a veces, te salva.
Hay mucha rabia y poco -o nada- de respeto. Cada vez veo a los manifestantes más altivos con respecto a los cuerpos de seguridad. Temen que los detengan, pero no les tienen respeto, se acercan a pocos metros a lanzarles piedras, molotov... eso no lo veía cuando empezaron las protestas. No se cansan, parecen tener energía eterna, mientras que a los policías y guardias los veo obstinados e impacientes y, muchas veces, dubitativos de cómo actuar. Los manifestantes les lanzan cosas, los insultan y la rabia a ellos -policías y guardias- también se les ve en los ojos.
Varias veces los manifestantes se han sentido amenazados y me han pedido que no haga fotos, a gritos, generalmente. Yo no discuto, quiero seguir trabajando, así que bajo la cámara; algunas veces eso les ha dado confianza y luego me piden disculpas, otras, me han sacado del lugar. Con los cuerpos de seguridad pasa lo mismo: si sienten que les estás haciendo muchas fotos, se ponen nerviosos. Hace unos días un policía disparo una bomba lacrimógena directo a donde estábamos un grupo de fotógrafos. La bomba explotó sobre la zapata de mi cámara y la rompió. Entendimos que no nos querían ahí.
Mi fuente venía siendo la deportiva y, cuando empezó todo esto, sentí mucha curiosidad y pedí que me dejaran cubrir las protestas. A partir de allí, ha sido muy adictivo, no me quiero perder nada de lo que pasa en la calle. Con eso vino el hecho de que tengo una situación privilegiada con respecto al resto de la gente: estoy en el lugar de los hechos y mis fotos pueden hacer que los que no están ahí sepan lo que está pasando, lo vean, y vean lo que yo quiero decir con mi discurso fotográfico.
Soy ciudadana y sufro lo que sufrimos todos con la situación del país, entonces, si este no fuera mi trabajo, si mi profesión no sirviera para mostrar lo que pasa, seguramente estaría manifestando. Yo no quiero que la gente me conozca, quiero que conozca mis fotos y que sirvan para mostrar nuestra situación y para ser parte de la historia. Mi manera de hacer país es trabajando y estoy enamorada de mi trabajo".
Dagne Cobo Buschbeck - Fotógrafa
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