No sé si esto sea un efecto secundario de la adolescencia, pero presento una insaciable curiosidad por saber más sobre la chica que veo en el espejo, por lo cual hago autorretratos. Pero, últimamente, hay personas que tienden a cuestionarlos y a creer que estos no son más que un acto de egocentrismo, un mecanismo que solo me ayuda a mantenerme encerrada en mí misma y no me deja salir de mis problemas, y yo, silenciosamente, me pregunto: ¿Alguien que se descubre a sí misma a través de autorretratos no es capaz de dejar una pequeña marca con ellos?
Si bien un click ha llegado a convertirse en una fuerza poderosa capaz de desnudar los sentimientos de una persona, la foto -para mí- es un espejo mágico que refleja a quien la ve. ¿Que será lo que ven otras personas en mis autorretratos? ¿Quiénes son ellos que se conectan con una parte de mí mediante un enlace transparente que solo nuestros ojos entienden? ¿Será que soy capaz de saber algo sobre quiénes somos con mis fotos? ¿Seré yo capaz de marcar los recuerdos o pensamientos de alguien con un autorretrato?
Saboreo los defectos como caramelos de jengibre, no son ni buenos ni malos. Aún no tengo respuestas para la mayoría de mis preguntas, pero tengo afirmaciones, y perdónenme si me equivoco con la siguiente: Si varias personas pueden llegar a descubrirse en un mismo autorretrato -interpretándolo cada quien a su manera y encontrando en él sentimientos propios- eso significa que este dejó de tratarse sobre el o la fotógrafo.
¿Qué quiero hacer? ¿Qué voy a hacer? Creo que todos nos hemos planteado eso en algún momento de nuestras vidas. Hoy, yo veo como importante lo que no voy a dejar de hacer: Intentar, ver, aprender, componer, tomar la foto, compartirla y seguir intentando. Espero que llegue el día en el que mis intentos se conviertan en satisfacciones, en el que alguien más encuentre sus problemas y cuestionarios en los míos a través del espejo mágico, que se descubra y comience a saborear todo como un caramelo de jengibre.
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