sábado, 7 de septiembre de 2013

Apuntándose con el lente - Ricardo Peña

Adriana y Laura Aquilina en el jardín, 2003
Ricardo Peña aún no llega a treinta años, pero es mucho lo que tiene que decir sobre fotografía. Sus opiniones se alejan de lo convencional, llegando a ser, por momentos, desconcertantes.



Álbum de familia es, quizás, su trabajo más conocido, un proyecto íntimo e inusual por el cual ganó el Tercer Premio en la Quinta Bienal de Fotografía del Municipio Girardot (Aragua), en 2005. “Hay fotos que son así, encuadro y punto, sin decirles qué hacer; hay otras en las que sí les digo, pero nunca aclaro cuando hago esto o aquello”, explica.

“Me di cuenta de que era un trabajo que tenía una riqueza bien particular, la manera como esas imágenes se construyen hacen referencia a una memoria colectiva”. Aunque fue el año pasado cuando lo dio a conocer, Peña comenzó a armar este álbum hace unos seis, al nacer su hijo Sebastián. Al principio él y su esposa, Adriana, eran los protagonistas, y luego se les unió Laura, su segunda hija.

Su trabajo personal siempre es análogo, sólo ha usado lo digital en trabajos comerciales ―sociales, bodas, bautizos y algo de fotografía publicitaria―. “La textura, la manera como la película graba, la visión del lente da una sensación que lo digital no me da. Me gustan los procesos tradicionales y antiguos, especialmente uno del siglo XIX: platino y paladio”. El tema da pie a hablar de otra inquietud, los motivos de la fotografía.

“Cuando uno muestra imágenes de otras personas tiene que saber por qué lo está haciendo y qué está buscando, si es la gloria propia o ayudar a esas personas. Cada vez somos más insensibles: decimos pobre niño pobre, pero no lo relacionamos con nosotros. Es ahí cuando entra el porqué apuntarse con la cámara a sí mismo, uno también tiene una historia que contar”, dice.

Para Peña, las vivencias o realidades deben ser contadas por sus propios protagonistas. “La historia de los barrios en Venezuela la debería contar la gente de esos barrios. Hay un libro maravilloso que se llama Retratos de la Ceibita, de Carlos Germán Rojas, que trata la vida íntima de ese lugar. Se nota que son seres humanos con sentimientos y no sólo están definidos por la pobreza”.

Al preguntarle sobre cuál sería la mejor forma de contar una historia ajena, se toma un tiempo antes de responder. “Lo primero es entender lo vulnerable que uno es ante el mundo, nunca sentirte por encima del otro. Lo demás es un proceso de conocer, vivir con esas personas, no inferir, dejar que sean ellos quienes lo muestren”.

Guantes en el wheelbarrow, 2003


Antes de saber que quería ser fotógrafo o qué carrera elegiría en la universidad, Ricardo Peña sabía que quería ser profesor. La idea entró en su cabeza cuando estaba en segundo año de bachillerato y escuchó las palabras de una profesora durante la graduación de su hermano. Entonces se dijo: “algún día yo quiero motivar a un grupo de gente así”. Pero primero tuvo que atar algunos cabos sueltos.

Optó por estudiar la carrera de Letras en la Universidad Católica Andrés Bello y, en paralelo, era asistente de su hermano, Luis Peña, quien se dedicaba a la fotografía; por tal razón entró en contacto con el fotógrafo Roberto Mata. Al tiempo de conocerlo, “muy perceptiva y persuasivamente”, Mata lo convence de cursar el nivel 1 de fotografía. Luego vendría el nivel 2, el 2.5, Documentalismo, Iluminación y otro y otro y otro... Cada vez era más fotografía y menos letras. Decidió dejar la carrera.

No desperdició la oportunidad de estudiar en Estados Unidos, en Rockport College y The Photographic Workshops en Maine; luego, consiguió una beca en Art Institute de Boston. Al finalizar la carrera, decidió volver y lo primero que hizo al llegar fue dictar el curso Retrato de familia en el taller de fotografía de Roberto Mata. Ya tiene dos años allí y considera que la experiencia ha sido lo mejor del mundo.

Mílitza Zúpan - Junio 2006

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