jueves, 26 de febrero de 2015

"Veinticinco días y noventa y siete años", por Silvia Castro


12 de febrero de 2014. 8:37am

Despertarla cada mañana es una tierna lucha. Dicen que los ancianos sufren trastornos de sueño, pero desde hace meses Pau duerme más de trece horas cada noche. No tiene horario, no tiene compromisos, no espera nada y nadie la espera a ella.

La fragilidad que hoy muestra Pau dista mucho de la mujer fuerte que siempre fue. Una guerra, huir de España, llegar a Francia, huir de los nazis, esconderse en un bosque con un bebe durante meses, huir de Francia, llegar a Venezuela, empezar de cero. ¿Qué es uno al lado de todo eso?

Pau duerme en una cama individual. Teo murió hace más de ocho años, pero mucho antes de su muerte ya dormían en camas separadas; no por divorcio, ni peleas. Una cama al lado de la otra, pero cada quien en la suya. A cierta edad la comodidad, sin duda, es prioridad y, después de sesenta años durmiendo juntos, el anhelo por una cama propia pareciera más que justificado. Tras la muerte de Teo, no tardó en venir a vivir a la casa, sin presión, llegó el día en el que ella sola entendió que ya eran muchos años y necesitaba ayuda. Pau se mudó con una maleta de sesenta por cuarenta centímetros y su cama individual. No le faltó nada.

Cada mañana ruega por unos minutos más de sueño, es difícil decir que no. Duerme unos minutos más, mientras se le prepara el baño y la ropa.

Sentada en la cama, se ríe de la flojera. Hoy tiene tema nuevo, abrazos y besos de feliz cumpleaños. No lo cree, se sonríe, pregunta qué día es. La respuesta: 12 de febrero. Comienza a aceptar que sí cumple años, le aseguran que son noventa y siete, con eso ya de plano no cree nada. Se ríe, le sacan las cuentas de arriba a abajo, dice que es imposible, esos son muchos años y ella no se siente de tantos.

Baño, lavarse los dientes, peinarse, vestirse. Todo se hace con ella sentada en una silla plástica, todo se hace en un metro cuadrado.

El circuito de Pau es corto: cuarto, baño y un pequeño estar. La vida se concentra en cuatro paredes, no quiere más, sacarla de su espacio le genera un gran sufrimiento. Todos los días son iguales, nada cambia, no hay sorpresas.

Su memoria es su mejor aliada contra la rutina.

En los últimos cuatro años Pau solo ha salido de la casa seis veces: elecciones parlamentarias 2010, elecciones municipales y regionales 2010, elección presidencial 2012, elecciones regionales 2012, elección presidencial 2013 y elecciones municipales 2013. A pesar del esfuerzo, más allá de algún alcalde o gobernador, no gana una. No lo entiende. ¿Cómo explicarle?

La movilidad es el gran enemigo de Pau, años con dolores en las piernas, la han ido agotando y la han llenado de inseguridad. Pau no se mueve sin la andadera y sin alguien atrás que la agarre para sentirse protegida. Tiene una silla de ruedas que solo usa en caso de necesitar salir de la casa. Así pues, la silla es de carácter electoral.

Hoy hay marcha, día complicado.

Twitter agobia, las noticias no paran, el día se salió de control, hay muertos, nadie entiende nada. Con Unión Radio Noticias de fondo musical transcurre el día. Pau no sabe nada, mejor no contarle, es un crimen robarle el cumpleaños con las noticias. ¿Cuántos cumpleaños pueden quedar después de los noventa y siete?

Ve la torta, la vela, el coro de tres cantando y se vuelve a sorprender de que sea su cumpleaños. La memoria va palo abajo.

Pau tuvo un feliz cumpleaños.



16 de febrero de 2014. 9:22 am

Pau esta decaída, se ve cansada, todo transcurre como cada día pero sin sonrisa alguna. La andadera pasa a hacerle compañía a la silla de ruedas. Sin saberlo, Pau amaneció como el país.

Menú del desayuno: papilla de cambur y avena, lo come con gusto y se vuelve a dormir. Pañales, sopas, papillas, crema cero, a los noventa y siete años todo parece volverse pediátrico.

Siguen las protestas, no hay clases en las universidades.

El doctor no puede llegar, el este de la ciudad está plagado de barricadas. El llamado es a que nadie salga de sus casas y al que lo intente, no dejarlo circular.

Cauchos, colchones, rejas, neveras, las barricadas resultan la oportunidad perfecta para limpiar las casas. La andadera y la silla de ruedas tiemblan.

Los juegos de guerra no dan tregua ni a las emergencias.

Pasadas las tres de la tarde, el doctor logra llegar. Mide tensión, pulso, oxígeno. El termómetro no marca nada, es de esos digitales que, según él mismo, no sirven. Todo lo que se pudo medir está mal. Todo es irreversible, el cuerpo ya no da más, comienza a apagarse, lo único que queda es hacerlo lo más llevadero posible.

Concentrador de oxígeno, nebulizador, suero... En dos días se redecoró el cuarto de Pau.



22 de febrero de 2014. 7:48 am

Todo sigue igual. Pau pasó toda la noche preguntando por su mamá, como cada una de las últimas siete noches. Nada pareciera mejorar mucho. Pau despierta, pero sin abrir los ojos.

Un vocero del gobierno asegura que todo lo que sucede responde a un plan orquestado por el imperialismo norteamericano. Parece que Pau no es la única que no abre los ojos.

Al prepararla para su baño en la cama, no quiere sentirse desvestida. Con los ojos cerrados, busca con las manos, angustiada, algo con qué taparse. Al explicarle que hay que bañarla, solo pide que traten de tenerla tapada, le avergüenza pensar que su papá llegue y la encuentre desnuda.

La memoria hace lo que le da la gana.

Las consultas con el geriatra son vía Whatsapp. Las barricadas estimulan la creatividad.



03 de marzo de 2014 1:18 pm

Desde hace diez días Pau no abre los ojos. Desde hace diecisiete, no se levanta de la cama. Desde hace veinte, el país convulsiona.

Ya no habla, modula mal, mamá y papá son los únicos llamados que se entienden con claridad. Mientras se va apagando, la memoria se va yendo a lo más uterino, busca resguardo en los recuerdos primarios, donde todo parece puro.

La muerte no es más que una consecuencia irremediable de estar vivos. Que Pau llegara a los noventa y siete años, más allá de ser la respuesta a gozar de una buena salud o la suerte de no sufrir ningún accidente, es la consecuencia de un miedo absoluto a la muerte. Ese miedo fue el que la llevó a una larga vida; sin miedo hace rato que se habría despedido.

En su cuenta de Twitter, un alcalde de oposición dice: "Altamira: muchas lacrimógenas y molotov, manifestantes refugiados en edificios y la Policía Nacional Bolivariana tratando de entrar. Algunos detenidos". El miedo a la muerte. El miedo a que no quede ni un poquitico de país.



09 de marzo de 2014 7:12 am

Las mañanas se reconocen por la ausencia de gas lacrimógeno y un silencio absoluto.

Es temprano, pero ya hace más de cuatro horas que no se oye nada en el cuarto de Pau. No se escuchan los sueños interrumpidos ni los quejidos por las piernas adoloridas.

Pau esta acostada de lado, con el rostro hacia la ventana; es un rostro placido. Los ojos abiertos son la señal obvia de que alguien ha despertado. En el caso de Pau hay que buscar otros indicios: sentarse a su lado, sujetarle la mano, hablarle suave buscando respuesta.

Nada responde, nada se sostiene por si solo.

Para Pau la muerte resultó, más que un despido, una renuncia voluntaria. El cansancio ganó, el miedo perdió. Veinticinco días y noventa y siete años, sin duda, agotan.

...

Este trabajo fue realizado durante el taller "Fotografía escrita", dictado por Mílitza Zúpan en RMTF.

1 comentario:

  1. este imagen-texto me mueve el alma. gracias Silvia y RMTF. ¿será porque me identifico? ¿será porque me regalan una otra manera de ver mi propia experiencia. Mi Pau es una Victoria de 88 años, del país Vasco, mi nana desde que yo tenía 2 años y medio. Mi vida estos años se ha amalgamado a la suya, o al revés. Un regalo para mí en estos tiempos tristes de país y realidad vivida. Sin duda un apoyo creativo

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